Un conflicto programante es una situación vivida con alta intensidad emocional, de intensidad suficiente para superar el máximo nivel de tolerancia de estrés particular en cada individuo, y ser registrado en el subconsciente como una alerta para posteriores situaciones parecidas o semejantes. Situaciones que entonces dan pie al conflicto desencadenante, que a su vez da lugar a los síntomas y enfermedades.
Lo más habitual es que los conflictos programantes se generen en las primeras épocas de la vida: la gestación, el nacimiento y la infancia, experiencias tempranas. Y es así porque en estas etapas del inicio de la vida, se empieza a construir nuestro subconsciente, los cimientos de nuestra forma de ser y sentir más íntima, más profunda, que nos acompañará el resto de nuestra vida. Es bien conocido que el subconsciente rige nuestras reacciones, pensamientos y conductas en, por lo menos, el 97% de estos procesos. Sólo le queda, como máximo, el 3% a nuestro consciente. De ahí la importancia que tienen estas primeras etapas de la vida y, en concreto, en la creación de conflictos programantes.
Así pues, a nivel de trabajo con adultos en Descodificación Biológica, es una parte importante tomar conciencia, por parte del paciente, de ese hecho vivido en sus primeras etapas de la vida, causante del conflicto programante, al que tiene que llegar a resentir (ver y sentir) para comprender y desactivar.
Oportunidad de practicar la prevención
Este conocimiento nos da una gran oportunidad de poder acompañar a bebés y niños, de forma que se les causen la menor cantidad posible de daños emocionales, que supongan la creación de esos conflictos programantes. Conflictos que acabarán afectándoles, en mayor o menor medida, el resto de sus vidas. Esto no será posible si no comprendemos cómo siente un bebé, un niño.
Los bebés, los niños, son seres sensibles y delicados a los que hay que tratar con sumo cuidado. Necesitan, ante todo, respeto a su individualidad y un entorno nutriente que les permita desarrollar su Ser.
Son tan sensibles y delicados porque están en proceso de desarrollo de su sistema nervioso. A lo largo de la gestación, se crean todas las neuronas que nos acompañarán el resto de nuestras vidas. Se inicia la conexión entre ellas y las correspondientes redes neuronales. Redes que se crean a un ritmo frenético durante los tres años posteriores al nacimiento. Alrededor de mil millones de nuevas conexiones neuronales. Y también lo son porque en ellos prevalece la Percepción Emocional.
La Percepción Emocional
Desde que un bebé es concebido y hasta dos años después de su nacimiento, su percepción es total y absolutamente emocional. ¿Qué significa esto? La Percepción Emocional es emoción, sentimiento puro.
Sin capacidad de razonar, analizar, contrastar la información y las experiencias que se atraviesan. La Percepción Emocional las transforma directamente en una vivencia emocional, gratificante o traumática. La Percepción Emocional no conoce el tiempo ni utiliza la verbalización fonética. Por el contrario, es espacial (la inmediatez del aquí y ahora) e impactada directamente por las imágenes. Imágenes que supone tener en cuenta que cuando nos comunicamos con ellos, las palabras, el concepto de las mismas, supone una pequeña parte en la efectividad del mensaje. Lo importante será nuestro tono de voz, nuestros gestos, nuestras expresiones faciales.
A partir de los dos años de edad (época preverbal), se inicia lentamente el desarrollo de la Percepción Racional (la de las capacidades cognitivas de pensar, razonar, analizar, contrastar, etc.), que no prevalecerá sobre la Emocional hasta los doce o catorce años de edad.
Por lo tanto la Percepción Emocional es la referencia para entender la forma en que el bebé y niño procesa y vive las experiencias en su día a día. Esto implica, para los adultos, una necesidad de adaptación a esa Percepción, en la forma de relacionarlos con ellos, de tratarlos y de comunicarnos. Siempre teniendo en cuenta, en primer lugar, la Comunicación Emocional y el respeto a lo que sienten, a su Ser.
En la Gestación
El bebé y su madre están en simbiosis total, lo cual no significa que el cerebro del bebé sea el de la madre, sino la existencia de dos cerebros separados, cada uno de ellos con su particular forma de percibir, siendo la del bebé básicamente una percepción subjetiva, abierta a todos los impactos emocionales -gratificantes y traumáticos-, especialmente a los provenientes de su madre, escribiendo en sus células, en su sistema nervioso, en su cuerpo todo, cuanto la madre lleva escrito y cuanto la madre va escribiendo durante la gestación.
Lo que siente la madre, lo siente el bebé. Si la madre está feliz, su bebé también lo estará. Si está triste, lo mismo su bebé. Por eso, el gran objetivo, a lo largo de la gestación, es procurar el mejor estado emocional de la madre.
El bebé dentro de su madre posee una gran capacidad perceptiva (Percepción Emocional), que le permite captar y absorber cuanto piensa y siente su madre. También cuanto sucede en el entorno en donde ella se desenvuelve.
Canales de percepción del bebé intrauterino:
1. Los inherentes a los órganos de percepción que se van desarrollando a lo largo de la gestación: oído, tacto, gusto, olfato.
2. A través de la sangre materna que el bebé recibe mediante el cordón umbilical, por la que viajan hormonas, produciendo en el bebé las mismas reacciones que en la madre. Por ejemplo una de las hormonas del estrés, el cortisol, que en la madre produce aumento del ritmo cardíaco, de la presión arterial, tensión, ansiedad, etc. produce exactamente lo mismo en el bebé. O por el contrario las endorfinas, que en la madre producen tranquilidad, bienestar, paz, etc. y que actuarán de la misma manera en el bebé.
3. Percepción que permite al bebé conectar con lo que piensa, lo que siente su madre. Canal denominado “Percepción Extrasensorial” porque está fuera de los canales de percepción que otorgan los órganos de los sentidos o la fisiología. También podríamos llamarlo, desde la visión de las diferentes energías que conforman el cuerpo humano “Percepción Energética”, ya que es capaz de percibir las energías de pensamientos y sentimientos de su madre e interactuar con ellos. Mucho nos aporta en este sentido la Física Cuántica.
4. El más sutil de los canales, el de la “Percepción Espiritual”, basado en las capacidades de autoconciencia e introspección interior del ser humano y en la visión transcendental de su existencia. El bebé, como Ser de Luz, en tránsito por la experiencia de la materia, en conexión con el Ser Interior de su madre. Un sentir más allá del tiempo y del espacio, expresado en el ahora.
Si la madre está tranquila y relajada, su bebé también lo estará. Si la madre está alterada e inquieta, su bebé también lo estará. Si la madre está triste, su bebé también lo estará. Si la madre es feliz, su bebé también lo será.
La diferencia entre madre y bebé es que el cerebro de la madre está completamente desarrollado y tiene capacidades racionales que le ayudan a gestionar las situaciones y los sentimientos a los que se enfrenta, al contrario del cerebro del bebé que está en los inicios de su construcción y desarrollo, con una percepción puramente emocional. Esta diferencia supone que el bebé hace suyo cualquier tipo de sentimiento o emoción que percibe, sin capacidad racional de análisis, entendimiento o justificación.
Así, un sentimiento de tristeza de su madre hace que esa tristeza se incorpore a su ser con toda su carga emocional. El bebé no puede razonar pensando: “¡Ah! Mi mamá está triste porque se ha enfadado con su mejor amiga. Bueno, ya se le pasará”. Lo que el bebé hará, es simplemente sentirse triste e incorporar ese sentimiento como propio.
Para no obsesionarse pensando que cualquier sentimiento negativo va a tener consecuencias en el desarrollo psicoemocional del bebé, es importante tener en cuenta que los impactos emocionales traumáticos (básicamente pensamientos, sentimientos y emociones negativas de la madre), tendrán más o menos importancia en ese desarrollo en base a dos aspectos:
- Su intensidad
- Su duración en el tiempo
En el ejemplo de la tristeza, será muy diferente que la madre pase momentos triste pensando en el enfado con su amiga, a nueve meses de tristeza porque es un embarazo no deseado o porque la madre sufre el desamor de su pareja.
De lo que se trata es que la madre, a lo largo de la gestación, tome conciencia de sus propios sentimientos negativos e intente evitarlos o superarlos lo mejor y más rápidamente posible.
Son preciosas herramientas para ello la relajación y visualización, la meditación, la comunicación consciente con su bebé. Ha de intentar tener el mejor estado de ánimo posible, procurarse momentos de tranquilidad, de diversión, de compartir afectos.
El padre (o la pareja de la gestante) puede y debe ser más que un mero espectador en el embarazo de su pareja. Tiene dos funciones importantes:
La primera, sabiendo que la madre necesita de un estado emocional positivo, debe hacer lo posible porque su pareja se sienta querida, acompañada, comprendida, apoyada, en su proceso de embarazo. He insistido y seguiré haciéndolo, en que lo más importante que hemos de conseguir para nuestros hijos y lo que más necesitan ellos, es sentirse amados. Pues ahora apliquémoslo a la madre. Necesita sentirse amada incondicionalmente. Necesita, por ella y por su bebé, sentirse contenta, feliz.
La segunda, el inicio del vínculo afectivo con su hijo, poniendo sus manos en el vientre de la madre, hablándole, cantándole, jugando con él.
Se ha comprobado que si el padre (o pareja) ha entablado esta relación con su hijo a lo largo de la gestación, el bebé nacido reconoce su voz entre la de otros hombres o personas, reacciona con placer en sus brazos, se siente tranquilo con él. Por su parte, el padre (o pareja), demuestra un instinto paterno afectivo muy superior a otros, que hasta ese momento, al tener en brazos a su hijo por primera vez, no habían tomado conciencia real de su paternidad. Permite a los padres (o pareja) una vivencia emocional intensa y participativa, de la gestación.
En el Nacimiento
El parto y el nacimiento, igual que para la madre, es para el bebé una experiencia de gran intensidad emocional.
Vamos a situarnos en la piel del bebé, en lo que supone para él la vivencia de su nacimiento. Siempre teniendo en cuenta que el bebé intrauterino y hasta los dos años de edad tiene una percepción puramente emocional. Eso significa que cualquier vivencia la transforma en emoción, en sentimiento propio.
A los más o menos nueve meses de gestación, el bebé intrauterino sabe, siente, intuye que algo va a empezar a cambiar para él. Se ha ido colocando en posición, su cabeza presiona sobre la pelvis de su madre y finalmente empiezan las contracciones que le empujan y lo impelen a abrirse camino por el canal de parto. No olvidemos que el bebé sigue en simbiosis total con su madre. Todos los pensamientos, sensaciones, emociones de ella los percibe y hace suyos. A ellos se une su propia vivencia del largo camino que recorre hasta la luz del mundo exterior. El bebé ha de avanzar durante horas milímetro a milímetro, abriéndose camino con su cabeza, rotando su cuerpo, recibiendo en él toda la fuerza de las contracciones. Todo un reto para su delicado cuerpo.
Se dice que un adulto situado en una situación equivalente de exigencia física y ambiental no sobreviviría a la experiencia. De nuevo la naturaleza aporta los ingredientes necesarios para ayudar al bebé a superar tal esfuerzo: un cuerpo increíblemente flexible; una fisiología al servicio del proceso, incluida la segregación de endorfinas; una determinación incansable en alcanzar su objetivo y una capacidad mental y emocional a prueba de bombas.
En mi práctica clínica con Anatheóresis (psicoterapia de regresión para adultos) he constatado la intensidad de la vivencia del bebé en su camino del nacimiento. He escuchado a las personas relatando su verdad sentida, a lo largo de su recorrido hacia el mundo exterior. Relatos llenos de sentimiento que emocionan al más frío de los mortales. Sorprende la lucidez de la percepción del bebé; la intensidad emocional llena de toda la gama de percepciones y sentimientos; los segundos, los minutos, convertidos en una eternidad (recordemos que en la percepción emocional no existe el concepto tiempo); cómo recibe todo lo que piensa y siente su madre; el consuelo de percibir su apoyo y compañía o el desánimo por lo contrario; su lucha, su incertidumbre, su inquietud ante lo que acontece, su determinación o su sentimiento de incapacidad; sus miedos o sus alegrías… toda una historia personal que va a dejar una huella perenne en su psique. Historias a veces dramáticas, guardadas como un secreto en lo más profundo de nuestra mente, inalcanzables a nuestra conciencia racional. Una historia única en cada individuo. Una historia que va a tener mucha influencia inmediata en nuestra vida y en el resto de nuestra existencia.
Y llega el momento cumbre de asomarse al nuevo mundo. Su existencia ha transcurrido hasta ahora en un auténtico paraíso. Flotando en el líquido amniótico; bañado en endorfinas; alimentado a través del cordón umbilical; con una temperatura estable, sin frío ni calor; recibiendo la alegría y el amor de su madre. Ahora ha sido empujado, expulsado, a través de un largo y duro camino, hacia un mundo nuevo y desconocido.
El bebé, en la experiencia de su nacimiento, surge a un mundo desconocido. Surge a un mundo agradable, placentero, afectivo, amoroso o surge a un mundo desagradable, agresivo, doloroso, violento. Se siente seguro con las personas que le rodean o hay que desconfiar de ellas.
Esa percepción en la vivencia de su nacimiento, es una impronta en nuestra psique que tendrá mucho que ver en la forma en que sintamos el mundo en el que vivimos, a las personas que nos rodean y a nosotros mismos.
Hay emociones que dejan un recuerdo imborrable y nos condicionan en nuestros sentimientos futuros. Cuanto más fuerte es una emoción, con más fuerza se graba en la memoria. Si ese recuerdo llega a alterar el equilibrio emocional aparece el síndrome postraumático. El nacimiento es una vivencia de tal intensidad emocional que necesita tiempo para poder procesarse, asumirla y superarla. Podemos hablar en muchas ocasiones de un auténtico estrés o shock postraumático. Las secuelas de ese estrés o shock van a depender de cómo ha vivenciado el bebé su nacimiento.
No cabe duda de que el primer objetivo siempre es la salud de madre y bebé. Pero cuidado, salud física y emocional. Lo principal es que ni madre ni bebé resulten dañados en su integridad física, pero ello se puede conseguir considerando también como fundamental el aspecto emocional. Es gratificante comprobar cómo, tanto para garantizar el bienestar físico como el emocional, la evidencia científica demuestra que el parto mamífero es lo más adecuado. Y no dejaré de insistir en que por suerte, en las pocas ocasiones en que surgen complicaciones (si se cuida el entorno de la madre y se respeta el proceso fisiológico del parto), tenemos una sofisticada medicina que puede afrontarlas y salvar vidas o evitar secuelas.
El Parto Mamífero (término acuñado por el Dr. Michel Odent) se basa en permitir que la fisiología de madre y bebé actúen de la forma prevista y efectiva por la Naturaleza. Que se permita entrar en acción el cóctel de hormonas (oxitocina, endorfinas, prolactina, etc.) facilitador de todo el proceso. Para ello la madre necesita intimidad, libertad de movimiento, ducharse o bañarse, luz suave, aislamiento sonoro y la compañía de quien ella crea oportuno. En el momento del nacimiento colocar el bebé sobre el cuerpo de la madre, sin cortar el cordón umbilical hasta que deje de latir y mantener siempre, en las horas siguientes, el contacto piel con piel de madre y bebé.
Según el Dr. Nil Bergman, el objetivo es “separación cero y piel con piel“
Conclusión
Puesto que el bebé (intrauterino y nacido) es Percepción Emocional pura (hipersensible a nivel emocional), que tiene altas capacidades perceptivas en todos los sentidos, que está abierto a todos los pensamientos y emociones de su madre a lo largo de la gestación, que el nacimiento es una intensa e impactante experiencia emocional, que toda las vivenciaciones del bebé quedan almacenadas en su memoria subconsciente, ésta primera época de la vida debe acompañarse y cuidarse en extremo. Sabemos que experiencias traumáticas en estas épocas generan Conflictos Programantes, como bombas de relojería, que influirán de forma determinante en las respuestas de la persona a conflictos traumáticos en su futuro (Conflicto Desencadenante).
Lo he podido comprobar hasta la saciedad en mi práctica clínica con Anatheóresis y con Descodificación Biológica.
El futuro se escribe ahora y si sabemos acompañar y cuidar a bebés y niños como necesitan, desde la misma concepción, estoy convencido que tendremos adultos sanos y en armonía, que implicará sociedades, civilizaciones, también en armonía y por lo tanto un Mundo mejor.