Si eres acompañante de personas en procesos de crecimiento o de sanación seguro que te habrás preguntando alguna vez:
¿Qué puedo hacer para que el cliente, después de la primera sesión, se comprometa en este proceso?
¿Cuál es el ingrediente fundamental que va a permitirle a esa persona el cambio o la comprensión de sus asuntos?
La relación que establezcas entre esa persona y tú.
Lo auténticamente transformador y sanador en las consultas no es tanto la utilización de una técnica concreta o de una disciplina determinada como creemos muchos. Lo auténticamente sanador es la relación que se establece entre las dos personas que se encuentran en la consulta, en ese espacio sagrado. Y dentro de ese espacio, es de vital importancia que el profesional reconozca y maneje los elementos que van a ir apareciendo en ese encuentro a lo largo de las sesiones. Así conseguiremos que el consultante se comprometa en el proceso de acompañamiento.
¿Entonces, no es suficiente con que el profesional esté formado en una disciplina concreta y tenga buena intención, para que el proceso resulte exitoso? No, también será necesario tener consciencia porque ponemos en marcha, sin darnos cuenta, toda nuestra personalidad mecánica y todos los mecanismos automáticos inconscientes. Y si no los manejamos adecuadamente, vamos a contaminar esta relación con el consultante.
Frecuentemente, se encuentran casos donde el consultante aborta el desarrollo de la consulta porque no se siente a gusto en el espacio. En ocasiones, no sabe decir qué es lo que le dificulta continuar pero se marcha. Y en otras, sabe que tiene que ver con el profesional pero no se atreve a verbalizarlo y abandona dando otros motivos.
Te lo explicaré más ampliamente con un ejemplo:
El profesional de la consulta, que llamaremos “X”, en su vida cotidiana no es capaz de dejarse sentir la tristeza o transitar el dolor que le produce una pérdida. Esto tiene que ver, obviamente, con su propia biografía y con una serie de mecanismos que desarrolló durante sus primeros años de vida para sobrevivir a lo que estaba sucediendo en su entorno más cercano.
Cuando a “X” algo le duele, lo que suele hacer es enfadarse o ponerse a hacer muchas cosas, ambas maneras de evitar la tristeza. Pero en realidad, no es consciente de que se maneja así con la tristeza y el dolor, no sabe que tiene estos mecanismos establecidos.
Ahora imaginemos que a “X” le llega un cliente en un proceso de duelo o tristeza, por una reciente separación.
¿Qué hará “X”? Probablemente, evitar que la persona se sienta triste o se sumerja en el dolor interrumpirá la experiencia de su cliente sin, además, darse ninguna cuenta de ello.
¿Cómo lo hará? De diversas maneras, puede que no deje al cliente llorar o que no le deje llorar más de ciertos minutos o que corra a abrazarlo por lástima. Puede que intervenga con frases del tipo “Si esa persona te ha dejado, es que no era para ti”, “No sabe lo que se pierde”… O puede que no permita a la persona marcharse triste a su casa, por poner algunos ejemplos.
Lo que está haciendo “X”, en realidad, es despojar a su cliente de una experiencia de autorregulación sana.
Las emociones existen para algo. Y la tristeza está para ayudarnos a soltar, a despedirnos, para facilitarnos el proceso de aceptación de ciertos acontecimientos que nos suceden en la vida como la muerte de un ser querido, el final de una relación, un despido, etc. Habrá que acompañarlo a vivir su tristeza, sosteniéndole respetuosamente, para los clientes es algo muy grande y sanador. Para ello será necesario tener cierta solidez, un bagaje, y algo de consciencia, respeto por cómo se manejar sus emociones y con los asuntos que le acontecen en la vida.
Si el profesional “X” adquiere consciencia, porque es algo que se practica, puede ver cómo le nacen intentos de abortar la experiencia de tristeza que su cliente está teniendo, pero los gestiona y los puede manejar de otro modo. Obrar de este modo significará no interrumpir el tránsito sagrado que el consultante está teniendo en ese momento, porque comprende la profundidad de dicha experiencia. Ese tránsito le va a permitir asentir a su realidad tal y como es ahora, soltar, obtener alguna comprensión, ponerse en paz internamente, abrirse a lo nuevo…
Los buenos profesionales de la consulta necesitamos cuidarnos mucho. Cuando decido cuidarme, no solo me cuido yo sino que también cuido a las personas que acuden a mí.
¿Quieres conocer las 9 intervenciones que te indicarán que tal vez puedas estar obstaculizando la consulta?
- Cuando proteges al paciente como si fuera un niño pequeño
- Cuando lo ves como ‘pobrecito’ y le tienes lástima
- Cuando lo ves como víctima
- Cuando lo quieres salvar
- Cuando lo juzgas
- Cuando lo criticas
- Cuando le aconsejas
- Cuando le impones algo
- Cuando él comienza a depender de ti
Si reconoces en ti alguna de estas alertas, no te hundas, eres humano y solo se trata de una limitación. La humildad tiene que ver con reconocer el propio poder y los propios límites. En lugar de culparte, te invito a que te pongas en marcha para deshacerte de este límite acudiendo a una sesión de supervisión, tomando alguna cita de consulta individual para dicho asunto o realizando alguna formación adecuada.