Amante de la lectura y escritora, nuestra Directora Ángeles Wolder no ha querido pasar de largo esta ocasión tan especial como es el Día Internacional del Libro para expresar con letras su propio “homenaje emocional” a todos los sanitarios que han estado y siguen estando al frente de la situación que todavía estamos viviendo.
Este último año ha destacado por los cambios y nuestra adaptación (forzosa o no) a éstos, todos/s hemos sacado a la luz aquella parte más resiliente que tenemos dentro. Y precisamente de este tema trata la reflexión que hoy nos ofrece Ángeles, del valor de esa gran adaptación de todo el cuerpo de sanitarios y sus esfuerzos.
[Lecturas recomendadas] Puedes encontrar los libros de Ángeles Wolder ‘El arte de escuchar el cuerpo’ y ‘El reflejo de nuestras emociones’ haciendo click en este enlace.
Un homenaje a los sanitarios
Hay quien lo llama un año difícil. Algunos lo viven más de cerca y en tiempo presente sin girarse al pasado ni atisbar un futuro. Va por ellos este relato.
Dejan llegar los minutos que corren más que ocupados por sí mismos ya que se dedican a cuidar del otro, procuran su bienestar, observan las reacciones, dan a cada uno lo que necesita o lo que creen les puede hacer bien, están atentos a la vida mirando si aparece la muerte y cuando esta llega cierran una parte de su corazón para poder continuar.
Han aprendido a mirar para comprender de muchos modos diferentes, la vida y la salud, así como la enfermedad o la muerte, y a afrontar esos hechos o a aceptarlos con amor, paciencia, empuje, valentía, coraje, entrega, resignación o, incluso, sufrimiento, pero siempre, o casi siempre, con dignidad y cada uno a su manera.
A menudo necesitan entrar al alma a través de la mirada y ver cuál es el sufrimiento del espíritu que habita a cada ser para poder entender lo que le hace sufrir en el cuerpo.
Han sentido miedo y han hecho como si no existiera para poder seguir adelante usando equipos que han marcado el dolor o la preocupación en sus caras. Seguramente ni un paro cardíaco ni el parto más complicado eran comparables a la taquicardia que abrumaba ante la entrada a una habitación.
Han transformado en pocas horas unidades, personal, actividades, materiales, etc. para atender como mejor han sabido hacerlo. Se modificaron parámetros a observar o medicación a administrar y ahí estaban adaptándose sin rechistar, haciendo pruebas con lo desconocido, dejando a un lado la experiencia o la conciencia.
Un año en el que se han mezclado sentimientos, emociones y sensaciones para que las que faltaban palabras o las palabras se manifestaban vacías de certeza, de propiedad, de sentido. Muchos han experimentado la ambivalencia de la vida con la oposición continua entre miedo y valentía, humildad y heroicidad, silencio y ruido, calma intranquila e intranquila calma, pertenecer y ser el nuevo, esperanza y dejar caer los brazos, conocer y tener que dejar ir lo conocido, doblegarse y reestablecerse.
Diréis, no siempre es así y tenéis razón, pero una gran mayoría sí que viven la vocación de la sanidad y en este año de dificultad valga un gracias por ayudar a todos los que creen en una manera de sanar. Quizás no sea la tuya ni la mía, pero sí la de mucha gente que aunque no ha tenido un contacto directo sí que ha podido sentir el amor por la vida en los ojos de los que le acompañaron.
Alguien que pudo mirar a la enfermedad y comprenderla dijo: “una persona sana o enferma siempre necesita ayuda de sus congéneres. Para mí estos días estuvisteis ahuyentando a la muerte para que no me acosara. Cuando das, recibes, pero incluso si das y no recibes, siempre serás más dichosa, porque sabrás que has actuado bien y tu conciencia descansa tranquila”.
A veces los cuerpos no descansan, pero la paz que inunda el alma relaja nuestros instantes.
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